Inicios

Me presento, soy Liem Dazkun hijo de Magerit y criado en Barkeno desde la tierna edad de 3 años; mis progenitores son originales de Fornacis remontándose de esta manera el árbol familiar con sendas raíces en la tierra de barros. Estas tres localizaciones están muy marcadas en mi vida, siendo casi impensable para mi estar separado de ellas por un largo tiempo; aunque debo de admitir que llevo más de un lustro sin poder ir a disfrutar de mi querida Fornacis.

Os resumiré lo mas que pueda toda mi vida para que no se os haga tan pesada como se me ha hecho a mi; supongo que tendría que empezar por el principio, aunque mis recuerdos de esos días se basan en pequeñas historias que mi familia me han ido narrando. Lo primero que recuerdo es lo que me conto mi madre de una comadrona inepta en un cargo que le venía grande, ella fue la primera en arremeter contra mi persona afirmando de manera rotunda que era el niño más feo que había traído nunca, jamás me entere de su nombre y suerte que tuvo porque de esa manera no he podido maldecirla en todo este tiempo, solo espero que su tiempo en la tierra no haya sido la mitad de bueno de lo que ha sido el mío.

Lo siguiente que recuerdo sucedió ya en Barkeno, fue mi primer día en la escuela, recuerdo unas grandes rejas verdes, con un muro gigantesco, como mínimo para mí en aquel entonces, que teníamos que sortear para poder llegar al patio, un gran patio dividido en dos zonas, separadas por una escalera, todo el patio estaba construido con cemento mal prensado por lo que muchas veces veías piedras bien clavadas en el suelo y en otras veces pequeños huecos seguramente por la ausencia de esas piedrecitas. Según entrabas llamaba mucho la atención ver a la derecha una gran verja que separaba el sitio de "los niños grandes" de nosotros, eran unos grandes barrotes pintados en negro que realmente les separaba a ellos de nosotros ya que para nosotros era "fácil" pasar a su lado, claro que el miedo que nos había inculcado nuestros padres era muy grande, siempre podía pasar alguna cosa si pasábamos a su lado, y ese miedo nunca se quitaría por más que intentáramos hacernos los mayores. Pero según los días pasaban los mayores perdían importancia comparándolo con los bajos del edificio, los cuales eran perfectamente visibles desde nuestra izquierda según entrabamos, unos cristales rotos tras un enrejado oxidado nos dejaban identificar un sótano oscuro en el que muy raras veces se veía pasar una tenue luz; los rumores y las historias frente estos acontecimientos no se hicieron de esperar, la que tomo más fuerza fue una historia que decía que eso que podíamos observar era el sótano del colegio donde tenían castigados a los niños malos y que la luz que de vez en cuando se veía era uno de los profesores que bajaba para instruirles y darles algo de comer; aunque para mí la más recurrente o la que más he escuchado es la de que se trataba de una bruja que en el amparo de la oscuridad hacia sus rituales. Claro que todos éramos unos infantes y este tipo de historias siempre nos apasionaban.

Otra cosa que recuerdo de este sitio es la gente que allí conocí, amistades de infancia y conocidos de los días actuales, gente que más o menos puedes saber cómo actuaran ya que tu infancia fue la misma que la de ellos pero que por circunstancias se han ido alejando poco a poco hasta el punto de que hoy en día muchos de ellos son completos desconocidos; pero gracias a la gente que allí conocí pude conocer cosas que de otras maneras no hubiera podido conocer de otra forma, por ejemplo de uno de los grandes amigos pude aprende el valor añadido del montaje de una buena maqueta; montar estas cosas no solo se basa en montarla y pintarlas si no que te alejan del todo del exterior y te dan un confortable estado de bien estar, de mano de otro con el que a día de hoy sigo hablando aunque sea de muy vez en cuando aprendí las virtudes de los juegos de rol de mesa que te permite durante unas horas ser una persona completamente diferente, y fue de una chica de la que pude aprender el verdadero valor del estudio porque aunque la ignorancia sea la felicidad el conocimiento nos da fuerza sobre el mundo y hace remitir el miedo ante lo desconocido. Y mi gran amigo que el tiempo no ha conseguido erosionar de mi vida me enseño el verdadero valor de un amigo, una persona que aunque no esté siempre puedes contar con él en cualquier momento para lo bueno y lo malo, cierto es que cada uno estamos construyendo nuestra vida sin tener en cuenta la del otro pero sabemos que siempre nos tendremos hay para lo que sea. 


Todo el mundo quiere tener un amigo, pocos se toman la molestia de ser uno

Comentarios

Entradas populares de este blog

Con el primer mal recuerdo